Gabrieles y anónimos... Todos pequeños.

Qué difícil es escribir con un cierto orden y respeto en un día como hoy. La muerte de Gabriel nos ha caído como un mazazo. Lo único importante hoy es que él ya no está y el dolor de su familia, pero no puedo evitar pensar en muchas cosas que son preocupantes y que surgen con tantos acontecimientos tan duros.

No conozco los motivos de esta mujer, si se confirma que ha sido ella, para hacer lo que ha hecho, pero me da pánico pensar que enseñamos a los niños a no fiarse de los extraños y el peligro lo tienen con los cercanos.
Me parece terrible que los adultos violentemos a los niños para vengarnos de nuestra historia, de la persona que no nos quiere como quisiéramos que nos quisiera, o para hacer daño a alguien. Pienso en Gabriel y pienso también en tantos niños que están muriendo en Siria, las niñas raptadas por Boko Haram en África... No se me va de la cabeza la imagen de la niña Siria que tapa los ojos de su muñeca para que no vea el terror que no soporta ella... Los niños protegen a sus muñecos de la violencia y los adultos nos protegemos de otros adultos con violencia que mata a los niños.

Este mundo es una locura, el de allá y el de aquí. Se nos dice que tenemos que hacer algo pero no sabemos por dónde empezar y los que lo saben y tienen los medios no quieren. A nivel personal a veces te sientes culpable por no moverte o no saber cómo hacerlo y otras, las menos, víctima. Víctima del mundo porque duele y afecta, porque amamos la vida y porque no queremos esta falta de ternura ni para los de aquí ni para los de allá... y entre los de aquí y los de allá, mucho menos para nuestros pequeños.

Que la paz que nos falta a nosotros, Gabriel, esté contigo.

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