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Mostrando entradas de noviembre, 2017

Lo normal

Lo normal no es que tengas tres comidas al día. Lo normal no es tener estudios. Lo normal no es vivir rodeada de gente que te quiere. Lo normal no es tener trabajo. Lo normal no es vivir en tierra de paz. Lo normal no es disfrutar de la calefacción. Lo normal no es vivir en democracia. Lo normal no es tener coche. Lo normal no es tener agua potable. Lo normal no es tener lavadora y lavavajillas. Lo normal no es ser libre. Lo normal no es estar totalmente sano. Lo normal tendría que ser que fuéramos conscientes de lo que tenemos y no es normal. Entonces lo normal sería vivir agradecidos y comprometidos por conseguir una "normalidad universal". “El Señor y Dios vuestro os va a hacer entrar en el país que juró que les daría a vuestros antepasados Abraham, Isaac y Jacob . Es un país con grandes y hermosas ciudades que vosotros no construisteis ; con casas llenas de todo lo mejor, que vosotros no llenasteis ; con pozos que no cavasteis , y viñedos y olivos que no

Tiempo lineal

He intentado explicar hoy la diferencia entre el tiempo lineal y el tiempo cíclico en clase. Creo que van a necesitar que insista en ello porque no era la hora oportuna para hablar de estas cuestiones, pero al menos lo hemos intentado todos. Mientras trabajaban en grupo me he acordado de la interpretación judía de este tiempo lineal. El tiempo deja de considerarse cíclico porque el pueblo de Israel descubre a Dios en la historia, ese es el comienzo, y camina con él hacia un final a través de los acontecimientos que van compartiendo y creando esa historia común. Pero, si recuerdo bien, el camino se hace de espaldas al futuro mirando al pasado, lo ya conocido. Lo que ayuda a seguir, lo que ilusiona al caminar... es todo lo recibido, todos los motivos para agradecer, todos los momentos de levantarse después de caer, todas las personas que nos han sostenido y por las que somos lo que hemos llegado a ser y como hemos llegado a ser. Recordando esta manera de entender la vida, por primera vez

En ti, yo. En mí, tú.

Ordenando y limpiando tu casa entendí que tenía que ordenar la mía. Recordando tu sonrisa comprendí que era hora de ponerme en camino para encontrar la mía. Valorando todo lo recibido de ti me doy cuenta de lo egoísta que estoy siendo encerrándome en mí. Ordenándote, recordándote, valorándote... Me ordeno, me recuerdo... y me pongo en camino.

Corintios 12, 10

A ver si poniéndola de título no se me olvida la cita. Me he levantado con ella y lo único que hubiera deseado es no haberme despertado tan pronto un sábado. Por lo demás, es un regalo: "Cuanto más débil me siento, tanto más fuerte soy". Es una contradicción, pero es así. Cuanto más acojo mi debilidad y me sé frágil, más actúo en consecuencia con lo que soy y no con lo que me gustaría ser o lo que creo que se espera que sea. Desde ahí surgen las palabras más bonitas: te necesito, perdón, sólo contigo puedo... Para acoger la debilidad y no tener miedo a ponerle nombre a lo que siento y me pasa hay que ser fuerte. Fuerte para asumir las consecuencias, fuerte para renunciar a una imagen, fuerte para confiar en que te sigan queriendo débil, fuerte para agradecer que la fuerza no es mía, fuerte para saber que volveré a sentirme frágil y estaré dispuesta a volver a ponerle nombre. Porque soy débil, soy fuerte.

Bajo capa de bien.

Supongo que esta expresión no es de San Ignacio, pero él la utiliza. Bajo capa de bien, llevando a cabo cosas buenas, podemos entrar en dinámicas que nos agotan. Cuando algo no está bien lo tenemos claro, no nos ayuda y buscamos la solución. Cuando estamos fuertes y llenos de energía (o cuando nos volcamos en algo para huir de otras cosas) podemos caer en excesos que nos agotan: exceso de trabajo, de entrega, de cuidado, de servicio... El trabajo, la entrega, el cuidar de otros, el servicio... todo es bueno, pero a veces sí que hay medida. La medida la encuentras cuando te descubres reclamando, pidiendo para ti, exigiendo algo a cambio (normalmente cariño o un tiempo del que no se dispone). El lenguaje de Dios es la paz. La desmedida mal enfocada no genera paz. A veces hay que desconectar y desaparecer para volver a conectar con las motivaciones más auténticas posibles, las que nacen de tu vocación personal, desde la gratuidad total... Eso toca. Desconectar y desaparecer para conecta

La fuerza de las palabras

No se trata de descubrir nada nuevo sino de recordarnos que hay terapias que no cuestan nada y tienen un poder curativo muy alto. Hay veces que las palabras entran en tu vida y se convierten en recuerdos, ansiedad o tristeza, o te provocan anticipar situaciones... Y nos metemos en dinámicas de silencio y tensión, caemos como si fuera la primera vez, como si la memoria no existiera. Se nos olvida que la solución es volver a convertir cada cosa en lo que es. Convertir sentimientos, reacciones, dinámicas... en palabras, compartirlas con quien sabes que te quiere... Y a disponerse para seguir viviendo. Poco a poco, pero a seguir viviendo.

Tiempo para dos o tres vidas

No sé si habéis tenido la experiencia de descubrir que en vuestra vida ocupa más tiempo lo que no hacemos o tenemos que lo que sí. Pensamos más en lo que no hacemos que lo que conseguimos hacer, pensamos más en los lugares donde no estamos que en los que conseguimos estar, en las personas con las que no estamos que con las que realmente estamos... Esos pensamientos se llevan tiempo, nos lo roban, pero también el desgaste que sufrimos, la energía que nos quita... nos hace perder tiempo. Lo mejor es que le echamos la culpa al tiempo como si fuera él el que nos quita la vida cuando realmente somos nosotros los que, sin darnos cuenta, la vamos perdiendo. Nos quejamos de no tener tiempo para nada y resulta que, en el fondo, vivimos más de una vida en el mismo tiempo (la real que se nos pasa, la ideal que recoge la real pero exigiéndonos llegar a más, la ideal que no se parece en nada a la real... y habrá quien ponga nombre a más vidas). Dios se hizo hombre para vivir, hablar, sentir, abra

¿Quién ayuda a quién?

¿Quién ayuda a quién cuando escuchamos de verdad? ¿Quién ayuda a quién cuando abrazamos? ¿Quién ayuda a quién cuando salimos al paso? Puede parecer que ayuda el que escucha al que sufre, el que da el paso para abrazar, el que se da cuenta de lo que hace falta y tiene el detalle... Pero, ¿quién no ha sentido que le crecía el corazón al oír narrar la vida a quién necesita contarla? ¿Quién no se ha sentido abrazado, reconocido y querido cuando ha abierto los brazos para acoger? ¿Quién no ha encontrado sentido profundo a la sonrisa o la mirada que se recibe al tener un detalle?

Del corazón al cielo

Dos personas se encuentran de verdad cuando cada una de ellas entra en contacto con lo más profundo de su corazón. A veces el corazón te dice cosas conocidas y otras veces te grita para que le escuches. Puede llegar a pasar que tú no le oigas o le evites, pero la gente que hay a tu alrededor recibe su S.O.S. Entonces las personas se juntan, se lo cuentan, se descubren, se iluminan, comparten, lloran, ríen, se encuentran en el abismo pero con ganas de saltar... Y ahí comienza el tiempo de oportunidad, de ruptura, de posibilidad... Porque "la gloria de Dios es que el hombre viva", y la vida siempre está por descubrir igual que la libertad. Siempre se puede estar más vivo y más libre. Lo más bonito de todo esto es que ese encuentro puede ser en cualquier instante, el menos pensado, en el día más difícil de torear, a la hora en la que parece que ya no caben más obligaciones... Y, en medio de esas obligaciones, coges el toro por los cuernos, no te lo piensas y en un instante... De

Sonrisas

Hay sonrisas que te despiertan después de unas horas de levantarte. Hay sonrisas que te dicen más que todas las palabras escuchadas en un día. Hay sonrisas que te dan la bienvenida. Hay sonrisas que te hacen cambiar de argumentos. Hay sonrisas que te invitan a vivir. Hay sonrisas que te devuelven la paz. Hay sonrisas por las que pararías el tiempo. Hay sonrisas que te sacan de la nostalgia con la misma ternura que un abrazo. Hay sonrisas que te hacen sentir en casa. Hay sonrisas que te encogen el corazón. Hay sonrisas que son certezas de amistad. Hay sonrisas eternas. Hay sonrisas... Gracias a Dios que hay sonrisas.

Mirar y sentir

Esta semana hemos podido ver el principio de lo que puede ser el desenlace de la crisis política que está viviendo España. Puede ser eso o el principio de una crisis mayor. No pienso entrar a hablar de política sino que voy a centrarme en lo que me ha hecho sentir. Me puedo preguntar qué he sentido durante todo el proceso que ha vivido el pueblo catalán y, por ende, el español y no tengo problema en contestar: tristeza. Me puedo preguntar qué he sentido cuando he visto que eran llamados a declarar los responsables y puedo decir que algo de tranquilidad. Me puedo preguntar, incluso, qué he sentido cuando he visto que algunos de ellos entraban en prisión y tampoco tengo problema en decir que he sentido pena por ellos y por sus familias. Ahora me pregunto qué sentí cuando vi a la gente que se acercó a la estación de tren en Madrid y a la cárcel para increpar a los imputados a gritos y con insultos. No voy a decirlo. No es la primera vez y no será la última en la que vemos cómo la calle

Lo cotidiano nos salva

Comienzo como terminé la última entrada del blog. Terminé el blog como lo comencé. Ha pasado tiempo desde mi intención de volver y de hacerlo de otra manera y... ya veis, hay cosas que permanecen. Sigo con la intención de profundizar en lo cotidiano, de fijarme y verlo porque no quiero que se me pase. Lo cotidiano como el instante, ni siquiera el presente. Como decía mi padre: el eterno presente. Verlo, contemplarlo, olerlo, saborearlo, abrazarlo, tocarlo, escucharlo. Ser capaz de pararme en medio de mis pensamientos (esos que fluyen continuamente contaminados con mi propia lógica, esa que no les deja ser de otra manera más que como yo los pienso) para darme cuenta de que ya es otoño, que el río está limpio, que hay mucha vida en mi vida y que todo está preparado al detalle para que lo disfrute. Ser capaz de de mirar, no sólo de ver; de saborear, no sólo gustar; de escuchar, no sólo oír...Y disponerme a VIVIR intentando corregir lo menos posible y dejarme ser todo lo que pueda.