Animales de costumbres

Después de una semana como la que estamos terminando y de una temporada como la que llevamos a nivel de noticias, no sé a vosotros, pero a mí me entran ganas de borrarme de la información. Me borraría porque no sé de qué información me puedo fiar y me borraría porque no sé si me caben más malas noticias. Claro que esto no es nuevo.
La corrupción o las malas prácticas de políticos no son nuevas pero la estrategia de machacar la vida de alguien porque ya no me sirve para mis intereses, llevarlo a cabo, hacerlo público y visible y salirme con la mía... Eso es nuevo porque en otras ocasiones al menos se ha intentado hacer de manera más sutil.
La violación de una mujer no es nada nuevo, pero conocer que la ley puede tener alternativas a llamar a las cosas por su nombre en casos tan claros... No sé si es nuevo pero sí es insultante.
Podríamos analizar también la fiabilidad de las aparentes buenas noticias en relación a Corea pero no sabemos de las negociaciones ocultas... Y lo de ETA revuelve más que alivia.

Con todo, cuando pensaba en el título de esta entrada no ponía mi atención en el hecho de acostumbrarnos a tanto mal sino en el hecho de dejarnos afectar tanto por la sensación de que casi nada va bien que nos acostumbramos y minusvaloramos todo lo que va bien, lo que  sostiene la esperanza en el mundo y en nuestras vidas. Lo bello y lo bueno se escapa de nuestra atención porque es pequeño, insignificante para muchos, porque no tiene efectos tan rápidos y eficaces en nuestra vida como los de una mala noticia... Pero lo bueno, lo bello y lo justo abunda. Es cuestión de elegir y optar. Elegir sólo la realidad más negativa que se mete en nuestra vida por medio de todos nuestros dispositivos de comunicación y optar por dejarnos desgastar por ella.... O elegir, a pesar de esa realidad y teniéndola en cuenta, abrir los ojos y los oídos para dejarnos afectar más por todo lo bueno, lo justo y lo bello. Elegir esto último nos lleva a la opción de comprometernos a intentar desacostumbrarnos a pesar de que nos tachen de ingenuos o, incluso, de tontos.

Hace poco leía que odiar es de flojos y amar es de fuertes. Realmente, optar por amar y creer es de valientes... Y no es nada fácil.

"El Reino de Dios es como un grano de mostaza" MT 13, 31.

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