Hipocresía... Pero no siempre ni en todo.

Después del impacto del jueves cuando la primera noticia del telediario fue que Zidane dejaba el Madrid en vez de la moción de censura contra Rajoy ya no me pareció tan raro el diálogo entre Sánchez e Iglesias, que no se sabe bien si estaban apoyando un proyecto de cambio o preparando una boda después de la reconciliación. Pasaron del "tú más" (más corrupto, más falso, más incompetente) al "yo más" (yo lo siento más, yo podría haber evitado, yo...). Es posible que antes de que se nos olviden las palabras de este intenso día a nivel de política ya anden algunos de los que hoy se sonríen lanzándose dardos en el hemiciclo. Así es la política o, al menos, la de aquí. Lo gordo sería que en breve apareciera un caso de corrupción en el PSOE o que se abriera otra carpeta mágica al estilo Cifuentes con material para hundir a otro político de los que en estos dos días han dicho "hasta aquí hemos llegado en falta de honradez". Tampoco sería un drama, sea del partido que sea (incluso si del PP volviéramos a hablar). Los españoles ya nos hemos acostumbrado y no nos extrañaría nada. A veces me acuerdo de Rita Barberá y me pregunto si murió o si la mataron con ese tipo de magia negra... Todo vale.

Justamente porque todo vale yo quiero decidir no acostumbrarme a ello ni en política ni en la ética en mi trabajo. Eso supone denuncia y conflicto hacia un lado y cuidado hacia otro: cuidar a los que cumplen, trabajan, dan más de lo que pueden a veces, los que no se escaquean sino que se apuntan, los que proponen, los que critican porque quieren que crezcamos juntos, los que saben trabajar en equipo, los que siguen creyendo... Si, los que siguen creyendo que con su trabajo bien hecho cada día se construye una sociedad mejor o, al menos, se levantan las ruinas que otros dejan. Los que siguen creyendo que, a pesar de la cara que le echa el de al lado, es mejor seguir pringándose para poder explicar a sus hijos, sobrinos o alumnos con una mirada honrada y, a veces sin palabras, qué es lo mejor o lo correcto. Creyentes y buena gente con los que gobierne quien gobierne siempre será un placer tomarse una cervecita porque esto (el trabajar bien, ser honrados y celebrar lo normal con una cervecita) también es muy nuestro y muy de aquí y, aunque no impacta, deja huella y anima a seguir (con fe o sin ella).

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