No siempre sabemos

A veces ponemos la fuerza en lo último vivido, en lo que no se ha controlado por el cansancio o por el hecho de ser simplemente humanos y tener derecho a perder el control y los papeles (derecho que nos solemos negar). Leemos el conjunto de la vida sólo desde ese instante de descontrol o de impotencia, una impotencia que viene de no recoger después de sembrar tanto y tan duro. Pero que no recojamos no siempre quiere decir que no hayamos sembrado bien... Puede querer decir que el fruto no está en nuestras manos y/o que el fruto no nos pertenece. A veces lo que creemos que es lo mejor, lo que tiene que ser o lo que debería ser, quizá no sea lo único o lo mejor que puede o debe ser. Lo que esperamos ahora puede llegar después y lo que creemos que no va a llegar nos puede sorprender ahora. Por eso es importante vivir desde el agradecimiento y no desde una generosidad voluntarista que puede agotarse, volverse pesada y que pida cuentas de lo dado. Como decíamos, sólo por amor.

El fruto y el tiempo no está en mi mano y no me pertenece. Seguir sembrando y confiando, sí.

"Mientras yo pensaba: en vano me he cansado, en viento y en nada he gastado mis fuerzas; en realidad mi derecho lo guardaba el Señor." (Is. 49, 4)

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