Madurez para dialogar

En estos días de elecciones se nos abre la posibilidad de dialogar desde nuestros pensamientos, ideologías, mentalidades... Es un tiempo adecuado para hacer justo lo contrario a lo que hacen los políticos: sentarnos, escucharnos, entender desde dónde habla el otro... Pasar de la distancia y el monocolor a la cercanía y el multicolor. Una conversación en profundidad, desde el respeto y la escucha, nos enriquece, nos ayuda a conocernos más y a dejar los miedos a un lado.

Esto no suele ser lo más habitual. Nos da miedo debatir, posiblemente, porque no leemos lo suficiente como para argumentar nuestros criterios y pensamientos y nos asustamos cuando encontramos a alguien que es capaz de hacerlo. En estos casos, a veces, ante la ausencia de recursos acabamos tachando todo de mentira, atacando personalmente o pidiendo que se ataque a otros... En vez de explicar el motivo por el que no estamos de acuerdo. Otras veces sabemos más lo que no queremos que lo que queremos... No es fácil.

Voy aprendiendo que lo importante no es ser conservador ni liberal, ser de izquierdas o de derechas... Lo importante es tener conciencia de cómo anda nuestra mente de apertura para poder dialogar con el diferente sin creer que me ataca o para poder aceptar que lo que yo creo no es un absoluto y que en los demás también hay algo de verdad. Cómo andamos de apertura para entender que ideología y creencias religiosas no van de la mano y que la variedad de mezclas es enorme. Cómo andamos de humildad para estar dispuestos a aprender de otros que piensan de manera diferente a mí. Cómo andamos de confianza para creer que los demás también hablan desde el cariño, el compromiso y el deseo de que todo vaya mejor.

Si damos portazo a debatir y a dialogar entre los conocidos, ¿cómo podemos pedir a nuestros políticos pactos en educación, sanidad, migración...?

"Puede generarse una tentación a la que hemos de prestar especial atención: el reduccionismo simplista que divide la realidad en buenos y malos; permítanme usar la expresión: en justos y pecadores. El mundo contemporáneo con sus heridas, que sangran en tantos hermanos nuestros, nos convoca a afrontar todas las polarizaciones que pretenden dividirlo en dos bandos. Sabemos que en el afán de querer liberarnos del enemigo exterior podemos caer en la tentación de ir alimentando el enemigo interior". (Papa Francisco, 24 de septiembre de 2015)


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