Nuestro Tabor

Qué bien debían estar ahí con Jesús, lejos del ruido, del sufrimiento de otros, con tiempo para estar con quien querían y donde querían. Qué bien debían estar con todo controladito, experimentando que junto al Maestro y lejos de todos el corazón está en paz, desborda de alegría...

Y ahí está el bueno de Pedro proponiendo lo que el corazón le decía: «Señor, ¡qué bien se está aquí! Sí quieres, haré tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.»(Mt 17, 4) Ya de paso que sean cuatro tiendas y una para los amigos Juan, Santiago y para él.

Y ahí está el despertador que suele sonar cuando el corazón se busca a sí mismo: “Este es mi Hijo amado, a quien he elegido. Escuchadle.” (Mt 17, 5) Jesús, sin muchas palabras, lo aclara todo con su modo de hacer y estar: sin miedo a lo que el Padre espera de él porque el mismo Padre proveerá, sin miedo a asumir la misión, sin miedo a volver a bajar de la montaña en la que se está tan a gusto, sin miedo a volver a rodearse de gente, de ruido, de inquietud, incertidumbre, compartiendo el sufrimiento...

Nosotros también tenemos nuestro Tabor, nuestro monte. El lugar en el que todo está controlado, incluso el sufrimiento y el cansancio. Estamos bien ahí sabiéndonos sostenidos por aquel que nos ama sin medida. Pero se nos invita a seguir escuchando porque hay otras llamadas, otras presencias, otras necesidades... No se trata de hacer más. Se trata de escuchar mejor. ¡Quién sabe si escuchando otra vez, bajando del monte, arriesgándonos a bajar, entrando en contacto con otras realidades y personas... Podemos llegar a vivir con más paz y realismo lo que creemos que tenemos controlado!.

Imagen de Dean Moriarty en Pixabay

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